jueves, 29 de marzo de 2007

Ignacio Pulido (Universidad de Alcalá de Henares)

1ª SESIÓN. Martes, 10 de abril, 10-13 h.

"Así, acontecimientos tan importantes para nuestra historia como la creación de la Inquisición o la expulsión de los judíos de 1492 no pueden explicarse sin atender a la cuestión conversa, pues radica aquí el origen de tales decisiones. Resulta paradójico, pero las conversiones de miles de hebreos al cristianismo no liquidó el problema relativo al judaísmo peninsular como cabía esperar, sino que lo hizo todavía más complicado y generalizado. Ahora, en el núcleo del conflicto y de las hostilidades aparecían los bautizados, los neófitos, o como se les denominó desde entonces, los cristianas nuevos. Pero, ¿no se estaba ahora alcanzando por fin la vieja esperanza del bautismo de los judíos? ¿No era ese el argumento que había justificado su aceptación entre los cristianos: la ansiada conversión de todos ellos? Entonces, si así estaba ocurriendo, ¿por qué despertó un conflicto tan violento y envenenado?
Lo que demuestra esta paradoja, por lo tanto, es que el problema no era solo religioso, una pugna entre el judaísmo y el cristianismo, sino que junto a ello existió siempre un profundo conflicto de naturaleza social. No creemos que fuera, como se ha dicho, una cuestión de racismo, sino más bien la manifestación convulsa de complejas rivalidades existentes entre los distintos grupos sociales que componían el mundo urbano. Rivalidades que surgieron siempre por motivos económicos, políticos y, también, culturales. En este sentido, además, hay que recordar que los enfrentamientos que hubo entonces no pueden describirse simplemente como hostilidades de los cristianos contra los judíos o contra los cristianos nuevos. La realidad fue mucho más compleja y matizada. Recordemos que las sociedades ibéricas estaban extremadamente divididas en grupos y cuerpos, división que no obedecía solo al credo religioso de los individuos; recordemos también que la justicia estaba parcelada en múltiples instancias y se aplicaba de manera distinta en cada uno de los grupos religiosos, y no olvidemos, por último, que la violencia no era, como lo es hoy, monopolio de una sola institución, sino que a ella recurrían todos, pues cumplía una función específica y justificada dentro del orden social. Ésta tampoco era unidireccional. Todos los grupos recurrían a ella de manera frecuente: los judíos contra los musulmanes y los musulmanes contra los judíos, y los cristianos contra unos y otros, y también, por supuesto, entre ellos mismos.
Así se entiende, entre otras cosas, que durante gran parte del siglo XV, los conversos recibieran un mayor rechazo de los judíos que por parte de los cristianos."

Texto tomado de:
- Los conversos en España y Portugal, Madrid, Arco/Libros, 2003, pp. 21-22.

Breve bibliografía:
- Injurias a Cristo. Religión, política y antijudaísmo en el siglo XVII, Madrid, Universidad de Alcalá, 2002.
- Judíos y moriscos: herejes, Barcelona, Debolsillo, 2005 (en colaboración con Jaime Contreras y R. Benítez).
- “Antonio Domínguez Ortiz y el problema converso en su obra”, Historia Social, 47, 2003 (Ejemplar dedicado a: Domínguez Ortiz y la historia social en la España moderna), pp. 53-69.

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