lunes, 2 de abril de 2007

Carlos A. González (Universidad de Sevilla)

3ª SESIÓN. Miércoles, 11 de abril, 10-13 h.

Decenas de miles de habitantes de la España del Antiguo Régimen, empujados por las continuas crisis de subsistencia y deseosos de mejorar la situación económica y social, se arriesgaron con nuevas formas de vida con la pretensión de encarnar algún día el nuevo tipo social que veían deambular orgullosamente en el lugar de partida: el indiano (...). Tras la conquista, la mayoría de los españoles llegados al Nuevo Mundo no hallaban la fortuna pretendida, la promoción económica y social (el ir a valer más se decía), porque la encontraron repartida entre conquistadores y primeros pobladores. Esta situación causó uno de los problemas más graves de la América colonial de la alta Modernidad: la vagancia. El término vagabundo entonces se aplicaba a todo aquel sin residencia estable y oficio conocido en un lugar determinado. Continuamente las autoridades indianas se quejaban a los gobernantes peninsulares de los numerosos españoles (la mayoría solteros o con sus esposas e hijos en la tierra natal) que deambulaban de un sitio para otro en busca de riquezas o, simplemente, de mejor asiento y posibilidades laborales de alguna rentabilidad; gentes que a la vez causaban no pocos inconvenientes a los indios y, en general, al esquema colonizador de la Corona. En la solución del problema se ensayaron remedios diversos, entre ellos la organización de campañas de exploración y poblamiento de territorios marginales; así como un mayor control de la emigración en los puertos españoles y americanos, con el fin de evitar la llegada a ultramar de pasajeros que no fueran allí acompañados de sus familias y con la intención de ejercer una profesión digna y conocida. Mas fueron iniciativas que surtieron efectos muy limitados, dada la pervivencia del problema, según las ordenanzas reales, hasta finales del siglo XVII.
El inmigrante, pues, resistirá la toma de conciencia de la realidad del Nuevo Continente y no querrá obtener el sustento trabajando con las manos como lo había hecho en su patria chica. Por ello llevará una vida nómada y de supervivencia mientras espera un golpe de suerte que lo hiciera rico. Se dedicará a los tratos ambulantes, prestará servicios a encomenderos, formará parte de huestes guerreras, criará ganado de carga, o merodeará por los pueblos de indios haciendo valer una condición racial y social superior. Muy expresivas son las palabras que un tal Juan de Olozaga escribiera a su hijo desde Potosí en 1578; dice así: “Y también como el hombre no tenía mucha plata y ha andado perdido en descubrimientos y perdido de los cascos por valer como los demás por no abajar el lomo”.

Texto tomado de:
- Dineros de ventura: la varia fortuna de la emigración a Indias (siglos XVI-XVII), Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995, pp. 16-18.

Breve bibliografía:
- La Real Compañía de Comercio y Fábricas de San Fernando de Sevilla (1747-1787), Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 1994.

- Los mundos del libro. Medios de difusión de la cultura occidental en las Indias de los siglos XVI y XVII, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999.
- Orbe tipográfico. El mercado del libro en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XVI, Gijón, Trea Editores, 2003 (en colaboración con Natalia Maillard).

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