lunes, 2 de abril de 2007

Teófanes Egido (Universidad de Valladolid)

4ª SESIÓN. Miércoles, 11 de abril, 16-19 h.
Mirado el pasado sin sensibilidad histórica puede parecer extraño que las cuestiones religiosas suscitasen pasiones tan enconadas. De hecho, los entusiasmos y hostilidades provocados por la Reforma, sus mismos orígenes, serían inimaginables en sociedades postilustradas, tolerantes y secularizadas. Pero a comienzos del siglo XVI la realidad era muy otra, y aquellas sociedades, si por algo se especificaban, era por su sacralización incondicional. Es decir, por la carencia de barreras entre lo natural y lo sobrenatural, entre el cielo y la tierra, convertida ésta, en inmenso feudo cuyos territorios y vasallos eran disputados por los dos señores de verdad, por Dios y el diablo, a través de sus agentes (santos y ángeles, demonios variopintos) omnipresentes. La sacralización, universalmente compartida, subordinaba la vida terrena, efímera a la eterna, que duraba para siempre. De ahí que la preocupación suprema y más acuciante fuese la de asegurar la salvación mediante un sistema abigarrado de protecciones que Lutero supo simplificar haciéndose eco de los humanistas, más racionales que el común.
A esta religiosidad, a estas mentalidades colectivas, es preciso recurrir. La búsqueda de seguridades era una necesidad de primer orden y comprensible en sociedades que tenían que armarse contra tantas fragilidades, contra tantos miedos, y, entre éstos y como dominante, el temor a la condenación eterna (…).
Quienes sobrevivían ―y no era fácil lograrlo entonces― se encontraban sumergidos en el único universo que existía: el espacio, tanto el rural como el urbano; el ambiente; el tiempo; las sensaciones; todo estaba dominado por percepciones y referencias sacras.
Las protecciones y presencias sobrenaturales se alargaban a la actividad laboral estructurada en torno a los gremios, cada uno desdoblado en su cofradía y con su advocación respectiva propicia. Cofradías eran también las gestoras de la asistencia social, de la atención hospitalaria. Ninguna de las circunstancias de la vida, ninguno de sus trances peligrosos, quedaba fuera de la protección de la otra Iglesia, la ya triunfante.

Texto tomado de:
- Las reformas protestantes, Madrid, Síntesis, 1992, pp. 14-15.

Breve bibliografía:
- Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759), Valladolid, Universidad, 2002 (1ª ed. 1971).
- Las claves de la Reforma y la Contrarreforma, 1517-1648, Barcelona, Planeta, 1991.
- Carlos IV, Madrid, Arlanza, 2001.

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